lunes, 12 de septiembre de 2011

EL PELIGROSO SERVICIO Y SOBREPROTECCIÓN PATERNAL (testimonio)

El peligroso servicio y sobreprotección paternal.
Daño de la sobreprotección cultural y guvernamental para con el hombre hecho.

A veces lo único que se puede hacer para alejarse de ese proteccionismo que atenta contra la individualidad del ya hecho hombre, es salir lo más lejos posible de casa.  Lejos donde no puedan ellos verme, ni tocarme, ni llamarme, ni ayudarme con una llamada anónima.  No quiero decir que el servicio de padre me haga daño, pero en efecto lo hace.
La autoridad paternalista enlista niños a las brigadas de la vida, ¿Me doy a entender? Después de proveerme todo lo que en mi inmadurez necesitaba, pude comprender que en mis capacidades y potestades quería ser libre, quería ver que era lo que la vida tenía para ofrecer afuera de lo poco que tenían mis padres para dar.  Su gran amor y servicio se convirtió en un pesada carga que no me dejaba salir a donde yo quería estar, a ver la vida y experimentarla -Si tanto que hay allí afuera ¿Cómo puede ser que estos que supuestamente me cuidan no me dejen ver más allá, solamente para que con ellos me quede?-  Solamente porque ellos me necesitan, porque tienen miedo a que en mi juicio decida que no quiero estar cerca de ellos y que todo lo bueno que yo pueda producir no pueda estar bajo sus alas y propiedad.  O tal vez no es así, tal vez lo que quieren es que yo no me vaya porque soy parte de su ejemplo, o porque suficiente invirtieron en mi como para que yo sea un activo que se perdió y no pueda pagar sus deudas, o tal vez es porque están ya muy acostumbrados a poseer vidas bajo su mandato, ya no sé, en su lucidez sé que recuerdan lo que le hacen al hombre que necesita correr, pero el miedo, el miedo y la delicia de poder los acapara, los deja inmóviles sonriendo y tratando de todavía proveerle todo a sus niños, que según su visión,  no saben a dónde ir ni saben comportarse, porque se les puede romper un huesecito o mucho peor parar en prisión.
Valoro mi independencia y valoro el error, valoro las agallas y el riesgo, no puedo dejar que alguien intervenga por mi vida cuando mi vida ya no está en sus manos, ni en las mías siquiera.  Encuentro despreciable el encontrarme bajo el mandato de alguien que sin darse cuenta me vuelve cobarde y precavido cuando yo en mis cabales comprendo y sé que no soy así.  Que lo bueno que ha salido de mi vida es porque he tomado riesgos escandalosos, con decisión moral y sentido común desarrollado.
En mi niñez los necesitaba, lo acepto, ya que no tenía nada, y en su servicio me lo proveyeron: mi educación, mi formación moral, mi sentido de pertenencia y connotación ciudadana, me dieron nombre pues yo no podía, me dieron hogar porque pocas eran mis capacidades para proveerme el mío, mi alimento y seguridad. Una niñez sana y placentera me animaron, una niñez.
Padres, los amo, pero no puedo dejar que me limiten, no puedo dejar que en su aún corto entender de lo que sucede a un hijo de mi edad, me dejen en un calabozo lleno de infelicidad.  No resulta raro que es bajo su techo cada vez que amanezco triste y derrotado. Bajo su soberanía.
Aún, los felicito, pues formaron un hombre juicioso y de valor, consciente de lo que mis similares necesitan y deseoso de colaborar con obra gigante, os felicito, pues me agrada conocer mis virtudes, pero eso sí, en mi decisión de hacerme hombre, poco tuvieron que ver,  pues no fueron ustedes, ni yo el que me saco de donde estaba cuando en fe decidí ya no abstenerme, ni creerles de completo, sino creer en una fuerza más poderosa que tendría todo bajo control, y solo así fue que los dejé y me fui, siendo nadie para la ley, ni para lo civil, más sin embargo mucho para lo moral y para lo humano.  Fui un gran amigo, un gran hermano, un gran trabajador, un gran consejero, un gran hijo, un gran ciudadano, fui un gran ser humano cuando lejos de su protección estaba.  Pero ahora ¿Ahora? cuando regreso a su techo y su peligroso amor protector vuelvo a ser malo, vuelo a ser malagradecido, vuelvo a esperar con la mano abierta sin yo merecerme nada, vuelvo a ser ese haragán improductivo, el vicioso y antipatriota que fui cuando era un niño inmaduro bajo su techo y cuidado.
Todo lo tuve cuando no esperaba nada de una institución dadivosa, ahora que recibo todo, no tengo nada, no soy nada, nadie, pues mi identidad quedó ahogada bajo su estado soberano, bajo su intervención, bajo sus leyes y morales sin valor ni practicidad para con mi vida.  Entiendo que lo hicieron con amor, como un servicio para los que les pertenecían, pero sepan, que no necesito de su sobreprotección infantil, no quiero que me solucionen los problemas, pues son míos; si sienten que yo puedo hacer, déjenme hacer, si saben que soy capaz, déjenme lograr, si consientes están de que su guardianía me hace daño, aléjense y observen como yo confiado puedo ir a donde ustedes jamás llegaron.  No esperen a que me vaya y huya de su presión, impúlsenme a ser libre, suéltenme y denme un beso de despedida, y si aún me aman construyan una vida digna para mis hijos, pues ellos son los próximos, los que merecen una mejor plataforma y así todos podamos progresar, los que necesitarán de aquello básico que una vez a todos nos formó.
Soy un hombre que valora la libertad, pues sé muy bien qué hacer con ella. Yo, ya libre, seguiré siendo un hijo, un hermano y un buen ciudadano, pero no porque me lo obliguen, sino más bien, porque yo decidí serlo.
Espero lo respetes, y lo entiendas, porque es para ti, familia cultural, Gobierno, Estado soberano

No hay comentarios:

Publicar un comentario